EL DOLOR DE UNA INJUSTICIA
Escuche el sonido que me saco de mis pensamientos, con pereza tome la llamada, abrumada por las largas horas de trabajo no deseaba escuchar mas que mis silencios. Mi mente no aceptaba lo que le decías, ¡Me quitan a mis hijos! con ese grito empezaron los días mas largos, las noches mas obscuras y los sueños mas inquietos, te veía como quien ve un árbol después de que le quitan los frutos, tus ojos miraban vacíos y tu sonrisa desaparecía, las primeras noches solo me decías entre sollozos, -ya paso otro día y aun no se de ellos, ¿dime que hice para que me quiten la alegría de mi vida?- ; yo que siempre tengo una palabra para ahuyentar tus miedos, para llamar a la razón, ninguna palabra se me hacia suficiente, las frases se me hacían frías acartonadas.
Ese día al verte bañada en llanto no supe que hacer, las fuerzas me abandonaron y mezcle mis lagrimas con las tuyas, la impotencia que sentía de no poder menguar tu dolor, que una caricia mía podría ser una agresión; trate de ponerme en un instante en tu situación y un escalofrió recorrió mi cuerpo; hasta ese momento de mi vida los casos de madres que les quitan a sus hijos me eran ajenos, ahora que tu, sangre de mi sangre lo vivías me era difícil creerlo.
Que derecho tenía de apartarte de tus hijos, por que utilizarlos como armas para dañarte, que no se da cuenta que más daños le hace a ellos; como si presenciara el momento, imagine a los niños llorar y pedir la presencia de su madre, y tener como respuesta la rabia y el silencio de ese hombre que la vida les puso por padre.
Tus días pasaban, uno a uno por vivir, con tus manos vacías, tu mirada perdida, y muchas dudas que llegaban a ti, y queriendo escuchar una respuesta que te ayudara a vivir me decías -¿Cómo justificaran mi ausencia?, No me pude despedir, ni decirles sean fuertes, Dios nos volverá a reunir. En las noches de tormenta y de frió, tu preocupación de madre no te dejaba dormir, sin decírmelo sabia cual era tu sentir; arropar a tus hijos y cuando el miedo de un rayo los despertara, abrazarlos y besarlos para volverlos a dormir, en los días de escuela te escuchaba decir- ¿quien le ayudara en la tarea a mi niño? , ¿Quién peinara a mi niña? Y tantas preguntas que solo el silencio respondía; así escuchaba una y otra vez los relatos de tus días felices con tus hijos, no me importaba que los repitieras un día y al otro igual, si así el brillo de tus ojos disipaba la tristeza que ya había hecho nido en tu mirar.
Así llego año nuevo y tú con la esperanza que ese día él se apiadara de ti, que el amor y la esperanza que se respira tocaran su corazón y llegara el fin de esos días amargos; pero no fue así, paso ese día y muchos mas y llego 10 de mayo, quise arrancar esa fecha del almanaque tratando de desaparecer ese día, sabia que tu dolor estaría mas vivo y en mis ansias quería evitar ese sufrir.
Transcurrió el tiempo y tu ruego fue escuchado, volviste a sentir los abrazos y los besos de tus hijos, aunque aun no te los han regresado, pero los minutos de las pocas horas que te conceden para estar a su lado, los llenas de mimos, los estrujas en tu regazo, los colmas de los quiero y los amo, aunque bien sabe Dios que el tiempo ya pasado no se recupera, así como las risas, las caricias y los pensamientos que nunca fueron entregados.
Ese día al verte bañada en llanto no supe que hacer, las fuerzas me abandonaron y mezcle mis lagrimas con las tuyas, la impotencia que sentía de no poder menguar tu dolor, que una caricia mía podría ser una agresión; trate de ponerme en un instante en tu situación y un escalofrió recorrió mi cuerpo; hasta ese momento de mi vida los casos de madres que les quitan a sus hijos me eran ajenos, ahora que tu, sangre de mi sangre lo vivías me era difícil creerlo.
Que derecho tenía de apartarte de tus hijos, por que utilizarlos como armas para dañarte, que no se da cuenta que más daños le hace a ellos; como si presenciara el momento, imagine a los niños llorar y pedir la presencia de su madre, y tener como respuesta la rabia y el silencio de ese hombre que la vida les puso por padre.
Tus días pasaban, uno a uno por vivir, con tus manos vacías, tu mirada perdida, y muchas dudas que llegaban a ti, y queriendo escuchar una respuesta que te ayudara a vivir me decías -¿Cómo justificaran mi ausencia?, No me pude despedir, ni decirles sean fuertes, Dios nos volverá a reunir. En las noches de tormenta y de frió, tu preocupación de madre no te dejaba dormir, sin decírmelo sabia cual era tu sentir; arropar a tus hijos y cuando el miedo de un rayo los despertara, abrazarlos y besarlos para volverlos a dormir, en los días de escuela te escuchaba decir- ¿quien le ayudara en la tarea a mi niño? , ¿Quién peinara a mi niña? Y tantas preguntas que solo el silencio respondía; así escuchaba una y otra vez los relatos de tus días felices con tus hijos, no me importaba que los repitieras un día y al otro igual, si así el brillo de tus ojos disipaba la tristeza que ya había hecho nido en tu mirar.
Así llego año nuevo y tú con la esperanza que ese día él se apiadara de ti, que el amor y la esperanza que se respira tocaran su corazón y llegara el fin de esos días amargos; pero no fue así, paso ese día y muchos mas y llego 10 de mayo, quise arrancar esa fecha del almanaque tratando de desaparecer ese día, sabia que tu dolor estaría mas vivo y en mis ansias quería evitar ese sufrir.
Transcurrió el tiempo y tu ruego fue escuchado, volviste a sentir los abrazos y los besos de tus hijos, aunque aun no te los han regresado, pero los minutos de las pocas horas que te conceden para estar a su lado, los llenas de mimos, los estrujas en tu regazo, los colmas de los quiero y los amo, aunque bien sabe Dios que el tiempo ya pasado no se recupera, así como las risas, las caricias y los pensamientos que nunca fueron entregados.
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